Estaba yo en uno de esos momentos en los que tienes que hacer faena, cuando, de repente, me dio por buscar en Wikipedia lo siguiente: papel higiénico. El resultado, aunque fue horrible, quería compartirlo con vosotros:
“El papel higiénico (a veces denominado también rollo higiénico o papel de baño) es un tipo de papel fino que se usa para la limpieza anal y genital tras el acto de la defecación o la micción. Puede estar perfumado o no. “
De esta manera, asustado por la terrible imagen que un perturbado mental había decidido compartir con el resto de la humanidad, tome la decisión de escribir yo un pequeño monólogo, el cual empieza en el siguiente parágrafo.
El papel higiénico es un tema que acepta diferentes visiones, esto ya dependerá de lo guarretes que seáis vosotros. Sin embargo, yo he decidido empezar desde el principio de todo, su invención.
Nos encontramos en el siglo XVI, periodo de tiempo en el que Sevilla era la capital económica de Europa. En la otra punta del mundo, donde los osos aún eran en blanco y negro, sino véase los Pandas, un chino inventó lo que se puede entender como el papel higiénico prehistórico. Ellos lo llamaban Yoshikito Kakita.
Siglos después, concretamente en el XIX, Joseph C. Gayetty, un hombre que decía miccionar sentado, empezó a comercializar el papel que más o menos hoy en día conocemos. No obstante, Joseph no era consciente del monstruo que había creado (ahora veremos por qué).
De esta manera, poco a poco se fue perfeccionando ese gran invento que comenzó con un chino. Sin embargo, el papel higiénico ha tenido un gran impacto en nuestra sociedad, aunque más bien en las mujeres. Parece ser que en este género ha provocado una grave dependencia, pues ya no se explica de otra manera que, en cuanto una mujer va a lavabo, se acabe el papel. Además, esto jode mucho, porque después vas tú pensando que hay y te toca recorrer media casa desnudo como si fueras un cangrejo.
Otro gran problema, derivado también de cuando se acaba el papel, es cómo ponerlo. Esto es muy serio, hay familias enteras destrozadas por esto, y es que no es lo mismo ponerlo mirando a la pared que encararlo hacía el otro lado. Os dejo una imagen para que me entendáis mejor:
De esta manera, con este dilema, termina por hoy la historia del papel higiénico. Otro día más.